La fiesta de la Epifanía del Señor tiene sus orígenes en la Iglesia de Oriente. Es en el siglo II a. C. que el solsticio de invierno comienza a adquirir un sentido cristiano, gracias a la celebración del bautismo de Jesús por parte de los gnósticos basilidianos. Con esto ellos daban cuenta de la manifestación de Dios, de la Encarnación del Verbo en la persona de Jesús. Así, se revelaba en Epifanio la divinidad de Cristo, quien es la verdadera y santa luz que guía al mundo en su caminar.

Cabe señalar que, si bien la conmemoración de esta fiesta gira en torno al nacimiento de Jesús, en Occidente lo que se enfatiza es su revelación al mundo pagano y el reconocimiento de este a quien es el Salvador de la humanidad, siendo los primeros en adorarlo los Reyes Magos. En aquel tiempo se creía que la manifestación de un astro en el cielo era signo de que había nacido alguien importante, digno de veneración. Para los hombres sabios de la época, que estudiaban el cielo y atribuían a las estrellas un significado especial sobre la vida humana, era imperativo conocer el misterio que había detrás de esta estrella.

En relación a la fiesta, el papa Francisco ha declarado que es fundamental no perder de vista la importancia que tienen la estrella y los Reyes Magos. Al respecto, ha señalado que en todo momento hay personas que buscan a Dios y llegan a Él iluminados por su estrella, tal como les sucedió a los Reyes Magos. Ellos, asegura el papa, "representan a los hombres y a las mujeres en busca de Dios en las religiones y filosofías del mundo entero, una búsqueda que no acaba nunca". La invitación es a reflexionar y a preguntarnos siempre dónde está la estrella cuando la hayamos perdido de vista y a reconocer permanentemente el misterio de Dios.