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Apreciados amigos,
Ya pasaron las solemnes fiestas pascuales y ahora vivimos el así llamado tiempo post pascual. Vemos, contemplamos, meditamos y rezamos el misterio del Resucitado y su acción en su Iglesia y en cada uno de nosotros.
Una de las maravillas que nos dejó Jesús poco antes de morir y resucitar fue la Eucaristía. Leemos en el evangelio de san Juan, en el capítulo 6, que nos dice “Yo soy el pan de vida. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día”.
Cuando vamos a Misa ahí participamos de ese milagro de amor.
Si retrocedemos en el tiempo y leemos la vida de los primeros cristianos y nos fijamos en el testimonio de las familias durante la primera evangelización, vemos que las familias cristianas participaban con intensidad en la vida litúrgica y de piedad de la Iglesia.
Un ejemplo: en el año 304, en la ciudad de Abitinia, en el norte de Africa, las autoridades romanas arrestaron a familias enteras por su fe cristiana. Cuando las familias eran llevadas a presencia del juez, este les ofrecía una sencilla escapatoria.
“Todo lo que tienen que hacer”, les decía “es no ir a la misa los domingos”.
No tenían que renunciar a Cristo. No tenían que dejar de amar a sus cónyuges o dejar de ayudar a sus vecinos. Solo tenían que dejar de ir a misa.
“No podemos vivir sin la misa”, decían al juez.
Eso les valió el martirio, ya que el juez los condenó inmediatamente a la muerte.
Para las familias hoy, la elección debería ser mucho más simple. Ir a misa no nos supone tener que elegir entre la vida y la muerte. Supone tener que dar a Dios prioridad sobre un partido de futbol, un “descansar” durmiendo toda la mañana, la superación de la “lata”, un programa especial de la tele, etc. Son tentaciones que podemos superar.
Y tenemos que vencerlas, porque es en la misa donde damos a Dios las gracias y el culto debidos. Y de la Misa –de Cristo presente en la Eucaristía- recibimos el poder de amar en la medida en que estamos llamados a amar. Todo lo demás se deriva de ahí.
Les deseo un buen fin de semana y un maravilloso encuentro con el Señor, Pan de Vida, en la Eucaristía del domingo.
Los saluda muy cariñosamente, en la caridad de Cristo Misionero, su párroco,
Roberto Espejo Fuenzalida, Pbro.