Tweet |
|
Recordados amigos,
Llegamos ya a agosto. Muchos ven este mes con temor porque creen en el dicho de “hay que pasar agosto…”.
Si miramos el lado hermoso y positivo constataremos que el Señor nos ha regalado un mes maravilloso en que la palabra clave es SOLIDARIDAD.
Aquí les entrego unos pensamientos sobre ese gran cometido que nos posibilita a todos a mostrar nuestro amor por los demás, especialmente por los más necesitados.
No olvidemos las palabras del Señor: “Un mandamiento nuevo les doy: "ámense unos a otros como Yo los he amado”.
Reflexionemos:
SOLIDARIDAD
¿Qué entendemos por solidaridad?
Para algunos es la reivindicación de derechos fundamentales y para otros sólo una actitud de piedad centrada en la limosna y en la asistencia.
La solidaridad es una virtud contraria al individualismo y al egoísmo.
Se refleja en el servicio y busca el bien común.
Su finalidad es intentar o solucionar las carencias espirituales o materiales de los demás.
Requiere discernimiento y empatía –ponerse en el lugar del otro.
¿Por qué solidaridad?
Porque es lo justo, porque todos vivimos en una sociedad, porque todos necesitamos de todos, porque todos estamos juntos en este barco; porque somos seres humanos, iguales en dignidad y derechos.
Cuando dos o más personas se unen y colaboran mutuamente para conseguir un fin común, hablamos de solidaridad.
La solidaridad es un valor de gran trascendencia para el género humano, pues gracias a ella no sólo ha alcanzado los más altos grados de civilización y desarrollo tecnológico a lo largo de su historia, sino que ha logrado sobrevivir y salir adelante luego de los más terribles desastres ( guerras, pestes, incendios, terremotos, inundaciones, etc.).
Es tan grande el poder de la solidaridad, que cuando la ponemos en práctica nos hacemos inmensamente fuertes, y podemos asumir sin temor alguno los más grandes desafíos al tiempo que resistimos con firmeza los embates de la adversidad.
La solidaridad, cuando persigue una causa noble y justa ( porque los hombres también se pueden unir para hacer daño ) cambia el mundo, lo hace mejor, más habitable y más digno.
Para ser solidarios reflexionemos sobre la situación de todos aquellos menos favorecidos que nosotros, y no cerremos los ojos frente a sus problemas y necesidades. Fijemos nuestra mirada en tantos hermanos nuestros venidos de otros países que sufren enormemente.
Si hay una causa en la que creemos y sabemos que podemos colaborar, no vacilemos en hacerlo.
LA FALTA DE SOLIDARIDAD: Denota indiferencia, egoísmo, estrechez de miras en cuanto a los seres humanos. El individualismo exagerado conduce a la insensibilidad, a la ausencia de grandeza humana.
Otro tanto les sucede a quienes, contando con los medios para ayudar desinteresadamente a sus semejantes (mediante oportunidades de trabajo, por ejemplo), no se conmueven en absoluto por sus sufrimientos, ni hacen nada en absoluto para aliviarlas.
Obstáculos para la solidaridad: El afán de destacarse pisoteando a los demás, con el convencimiento de que el mundo está hecho de ganadores y no para perdedores.
La inclinación a creer que todo lo que no nos afecta de manera directa y personal, no es de nuestra incumbencia.
Les deseo todo lo mejor y que el Espíritu Santo nos ilumine para no quedar insensibles a las necesidades de tantos hermanos nuestros que sufren de distintas maneras. Seamos amables, generosos, bondadosos. Si no tenemos nada material que dar, demos por lo menos una sonrisa.
Los bendice en la caridad de Cristo Misionero, su párroco,
Roberto Espejo Fuenzalida, Pbro