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El Evangelio de Juan toma posición y no permite separar la acción del Espíritu de la memoria de Jesús de Nazareth. El Espíritu Santo, no le podemos aislar como una grandeza independiente, separada del misterio de la encarnación. Este está inseparablemente unido al Padre y a Jesús, es el espíritu de Jesús que el Padre nos envía, aquel mismo espíritu que Jesús nos conquistó con su muerte y su resurrección. Nosotro al recibir este espíritu en el Bautismo, debemos ser la prolongación de Jesús. Él mismo nos ha dicho: "ustedes también darán testimonio de mi". No podemos olvidar que fue precisamente en la víspera de su muerte, cuando Jesús nos prometió el Espíritu, en aquel momento Él se entregó por sus hermanos.
La fiesta de Pentecostés nos anima al espíritu a seguir a Jesús, a confesar a Jesús, a ser testigos de la muerte y resurrección de Jesús. Por eso que el Espíritu Santo nos llena con sus dones, para que vivamos nuestra fe, para que seamos testigos de Jesús y seamos buenos misioneros discípulos de Jesús.
¡Feliz fiesta de Pentecostés para todos ustedes!
Padre Roberto Espejo F.