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Queridos amigos,
Recuerdo que cuando niño íbamos como familia, todos los días a una capilla cercana a la casa, a rezar el Mes de María. Con entusiasmo cantábamos: “María tu eres mi Madre, María tu eres mi amor, María Madre mía yo te doy mi corazón”. Con el tiempo uno va entendiendo lo que dice. Hoy para mí la Santísima Virgen es verdaderamente mi Madre, mi mamá. Con el tiempo la he ido conociendo y amándola. Eso produce en mí y en todos los que la aman, un sentimiento tan profundo de entrega, de alegría interior, de entrega a la voluntad de Dios. María va trabajando en el corazón de aquellos que la aman y nos va acercando cada vez más a Jesús. Hacemos nuestras sus palabras, dichas a los sirvientes en las bodas de Caná, “Hagan lo que Él les diga”. Entonces se hace realidad lo que siempre hemos dicho y sabido: “Por María a Jesús”.
Estamos viviendo un tiempo de gracia durante este Mes de María. Es impresionante ver a tantas personas que rezan el Mes, que se acercan al Señor, que se confiesan, que cambian de vida y que sienten que hay una mamá que los escucha, los mima, los ama.
Recemos en nuestros hogares el Mes de María. Aquí en la Parroquia tenemos la oración para aquellos que no la recuerdan o no se la saben. Acérquence y en secretaría se la van a entregar. Yo nunca la he olvidado porque desde chiquitito la recé, no obstante ser un tanto larga. Pero la rezaba con cariño, entusiasmo, devoción que veía en el gran ejemplo de piedad mi mamá Sarita. Que en cada hogar haya un altar y allí esté siempre una “foto” de nuestra mamita del cielo.
Los saluda y bendice, su párroco que los quiere,
Roberto Espejo Fuenzalida, Pbro.