"Unidos en Cristo para Evangelizar"
29 de Junio de 2023
La mentira tiene patas cortas
 


La frase que da el título a esta editorial ha surgido de la sabiduría popular y busca advertir que la verdad siempre aparece, que las mentiras no se pueden sostener y es alcanzada y superada por la verdad.

La verdad, algo necesario para el funcionamiento de todo. Nada funciona a base de mentiras. Basta ver las noticias de una semana para advertir que los hechos que las generan, en la mayor parte, se vinculan a la aparición de la verdad en algún plano (manejos de platas públicas, corrupción en negocios, incumplimiento de deberes legales, infidelidades matrimoniales, etc.). 


En nuestro idioma la expresión "verdad" tiene seis acepciones: 1. Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente. 2. Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa. 3 Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna. 4. Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente. 6. Cualidad de veraz. 6. Expresión clara, sin rebozo ni lisonja, con que a alguien se le corrige o reprende. 


En el plano espiritual, la relevancia de la verdad se ha resaltado con diferentes énfasis. Dentro de ellas es contundente la explicación de Santa Teresa de Jesús, que definía la humildad como “andar en verdad”. En el libro de las Moradas, esta carmelita señala: “una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsoseme delante, a mi parecer, sin considerarlo, sino de presto, esto: que es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira”.  (VI Moradas 10,7).


La primera falta contra la verdad es la mentira, la que puede revestir diversas manifestaciones, algunas de ellas muy torpes como es aparentar lo que no se es o lo que no se tiene. A esa forma de actuar se le conoce como hipocresía y es un fruto excelso del fingimiento consciente de lo que no se es, pero que la persona lo aparenta frente a los demás.


Como no existe ni podremos alcanzar el estado de veraz, la lucha por decir la verdad nos acompañará toda la vida y Dios ha previsto esto como algo necesario para entrar al cielo. Muchas veces nos resultará difícil decir la verdad porque en ocasiones enfrentar la realidad es incómodo o nos puede generar situaciones difíciles, pero como la mentira “tienes las patas cortas”, siempre será mejor “andar en verdad”. La paz espiritual depende de la verdad. La agitación, el agobio, el estar inquietos en muchos casos son el peso de arrastrar mentiras que nos corroen interiormente. 


La mentira es algo del diablo. Recordemos que en la teología católica al demonio se le describe como el padre de la mentira y por lo mismo, siempre estará atento a fomentar esta debilidad en nuestras vidas. 


Tenemos que ser particularmente cuidadosos por ser veraces en la confesión. Como lo enseña el Catecismo, “conviene preparar la recepción de este sacramento mediante un examen de conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios” (CIC 1454).

La necesidad de buscar la verdad se explica porque “la confesión de los pecados (acusación), incluso desde un punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás. Por la confesión, el hombre se enfrenta a los pecados de que se siente culpable; asume su responsabilidad y, por ello, se abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro” (CIC 1455).


La necesidad de buscar la verdad es un acto de humildad que permite que el sacramento de la confesión cumpla el fin que Dios le tiene preparado. Como lo enseña el Catecismo, la confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del sacramento de la Penitencia: "En la confesión, los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales de que tienen conciencia tras haberse examinado seriamente, incluso si estos pecados son muy secretos y si han sido cometidos solamente contra los dos últimos mandamientos del Decálogo (cf Ex 20,17; Mt 5,28), pues, a veces, estos pecados hieren más gravemente el alma y son más peligrosos que los que han sido cometidos a la vista de todos" (Concilio de Trento: DS 1680).

 

Cuando los fieles de Cristo se esfuerzan por confesar todos los pecados que recuerdan, no se puede dudar que están presentando ante la misericordia divina para su perdón todos los pecados que han cometido. "Quienes actúan de otro modo y callan conscientemente algunos pecados, no están presentando ante la bondad divina nada que pueda ser perdonado por mediación del sacerdote. Porque si el enfermo se avergüenza de descubrir su llaga al médico, la medicina no cura lo que ignora" (Concilio de Trento: DS 1680; cf San Jerónimo, Commentarius in Ecclesiasten 10, 11).


Pidamos a Jesús, que es el camino, la verdad y la vida, nos dé la gracia que necesitamos para buscar siempre la verdad.


Crodegango

 






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