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En ese acto de deliberación surgieron voces que ven una amenaza para su posición política a favor del aborto. Ellos se oponen a cualquier redacción en la nueva carta constitucional que signifique derogar o dejar sin efecto la regulación que, desde 2017, permite practicar la eliminación de un ser humano en gestación, invocando alguna de las tres causales: riesgo vital de la madre, inviabilidad del feto y violación.
Muchos de estos opositores son los que en el debate constitucional anterior instaban por el aborto libre y sin causal. Y actualmente siguen con ese mismo objetivo político.
El tema de fondo es bastante más serio y como cristianos no podemos eludirlo.
Conforme a la información actualizada del Ministerio de Salud, al 6 de septiembre de 2023, se han practicado legalmente 4.272 abortos. Al 31 de marzo de 2023 la cifra era de 4.043. En seis meses, dos centenas de niños no pudieron nacer en Chile.
El problema que enfrentamos se refiere al relativismo ético en que nos encontramos y que ha llevado a un debilitamiento paulatino de los criterios elementales que deben regir toda sociedad.
Es doloroso decirlo, pero en nuestra sociedad ya hay muchos disponibles para transgredir las leyes elementales que ha establecido el Creador. En su visión relativista son capaces de justificar la eliminación de seres humanos que no se pueden defender, alegando la existencia de “derechos” donde ello no puede existir.
¿Quién realmente con un mínimo de humanidad puede pensar que tiene la prerrogativa de eliminar a otro? ¿A quién se le puede ceder como derecho matar a otro?
La defensa del aborto como derecho es una forma de concretar la tiranía, la que en nuestra lengua se define como “abuso o imposición en grado extraordinario de cualquier poder, fuerza o superioridad” o “dominio excesivo que un afecto o pasión ejerce sobre la voluntad”.
En nuestro caso, no podemos perder de vista que el Magisterio de la Iglesia, en sintonía con la Tradición, siempre se ha enseñado la existencia de acciones que son malas en sí y por sí mismas. En la carta de San Pablo a los Romanos les recordaba: “no es lícito hacer el mal para que venga el bien (Rom 3,8). Dentro de estas normas morales absolutas, que no admiten excepciones, están las que prohíben el aborto. Por eso, debe provocar perplejidad que algunos puedan sentirse amenazados en “sus derechos” o sostener que existe “un derecho adquirido” a eliminar a un ser indefenso.
Conviene recordar en este combate cultural en que nos encontramos que los primeros cristianos tuvieron que explicar al mundo pagano, al igual que hoy, la malicia objetiva del aborto. En esta lucha no entraron en discusiones semánticas ni menos se enfrascaron en tecnicismos jurídicos sobre quién es o no sujetos de derecho. Su lenguaje era más directo y no ocultaban el mal moral que siempre ha significado el aborto, al tratarse de un absoluto moral. Recordemos dos ejemplos de los varios que existen:
- Atenagoras de Atenas, en la segunda mitad del siglo II exponía al emperador Adriano porque los cristianos no iban a ver el grotesco espectáculo de los gladiadores y no aceptaban el aborto, señalando: "(…) pensamos que el ver morir está cerca del matar mismo, y por eso nos abstenemos de tales espectáculos. ¿Cómo podremos matar, los que ni siquiera queremos ver matar para no mancharnos con tal impureza? Al contrario, nosotros afirmamos que las que practican en aborto comenten homicidio y habrán de dar cuenta a Dios del aborto. ¿Por qué razón habríamos de matar? No se puede pensar a la vez que lo que lleva la mujer en el vientre es un ser viviente, y, por ello, objeto de la providencia de Dios, y matar al que ya ha avanzado en la vida (…). Nosotros somos siempre y en todo consecuentes y acordes con nosotros mismos, pues obedecemos a la razón y no le hacemos violencia". (Atenagoras de Atenas, Legación a favor de los cristianos, 11.12).
- Clemente de Alejandría, también en el siglo II, denunciaba algunas realidades de su época de manera directa y sin propuestas semánticas: "abandonan a niños concebidos en casa y acogen pajaritos (…). No admiten a un hijo huérfano y crían papagayos (…). Algunos paganos para ocultar la fornicación usan medicinas mortales que acarrean la ruina total, tanto del feto como del amor". (Clemente de Alejandría, Pedagogo, 3 y 2).
Pidamos al Espíritu Santo que ayude a todos los que tienen responsabilidades en esta etapa política para que establezcan reglas que protejan siempre la vida del que está por nacer.
Crodegango