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Se ha comunicado a la opinión pública que el Poder Ejecutivo busca reponer la discusión sobre la ley de eutanasia. Conviene recordar que en el Mensaje presidencial del 1 de junio de 2024, se anticipó que en diciembre próximo se enviará un proyecto de ley para ampliar la actual regulación sobre el aborto.
Como católicos nos debe preocupar seriamente este tipo de iniciativas, que dan cuenta de la profunda crisis de humanidad en la que nos encontramos.
El aborto es una realidad que está llevando en Chile al exterminio sistemático de niños que son privados de su derecho a nacer. La idea de profundizar esta inhumana política pública sólo se explica por la ceguera ideológica de personas que, por diferentes razones, han perdido la posibilidad de distinguir entre el bien y el mal.
Conforme a las estadísticas del Ministerio de Salud la aplicación de la ley de aborto (vigente desde el 2018) a junio de 2024, ha permitido practicar 5.370 abortos por las siguientes causales:
En lo que respecta a la eutanasia, se buscará acelerar la tramitación del proyecto que ya fue aprobado en la Cámara de Diputados.
Por los antecedentes que se conocen, la propuesta vendrá, con toda seguridad, a cuestionar el derecho a la objeción de conciencia que actualmente invocan, para no practicar abortos, los centros de salud de la Pontificia Universidad Católica de Chile, UC Christus Servicios Clínicos SpA., la Corporación Iglesia de los Adventistas del Séptimo Día y la Universidad de Los Andes.
La postura moral sobre la eutanasia, conforme al Catecismo de la Iglesia Católica, es muy clara: “2277 Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable. Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador. El error de juicio en el que se puede haber caído de buena fe no cambia la naturaleza de este acto homicida, que se ha de rechazar y excluir siempre (cf. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Iura et bona)”.
La aprobación de la ley de eutanasia nos rebaja en nuestra condición de seres humanos, para pasar a recibir el mismo trato que se aplica al exterminio de las mascotas por los veterinarios. Efectivamente, la eutanasia en un animal se puede solicitar si tiene una edad avanzada y su salud está deteriorada; se aplica cuando la mascota no es autovalente y no se puede sostener en pie; si ha comenzado a orinarse y defecarse sin posibilidad de recuperación; si el animal sufre; si tiene metástasis y se calcula -aunque no de manera exacta- cuanto tiempo vivirá, se aplica para evitar que animal sufra.
El solo hecho de proponer reconocer el aborto y la eutanasia como “derechos” revela que nos encontramos en una profunda crisis de humanidad. Es claramente insano que se siga avanzando en la perversa idea que los miembros de la familia humana pueden eliminar a otros miembros de la familia humana, sin límite.
Como católicos debemos actuar en consecuencia para restablecer el límite que surge de la dignidad de la persona humana, de sus derechos inalienables y del respecto que todos debemos al derecho a la vida que debe quedar exclusivamente al designio y la voluntad de Dios.
La primera medida concreta que tenemos a nuestro alcance siempre será no votar en las elecciones por autoridades que apoyen este tipo de medidas, para no contribuir a facilitar el mal.
Pidamos a Santa María, que nos ayude a buscar caminos para salir de esta profunda crisis de humanidad en la que nos encontramos.
Autor: Crodegango