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La muerte es un tema que no deja indiferente a nadie, tal como lo revela las diferentes creencias que existen sobre lo que sucede con los que mueren.
En la antigüedad griega se aludía a Hades, como el sitio sombrío debajo de la tierra que se consideraba el destino del alma los muertos. Hades era considerado como un lugar repugnante, monstruoso.
También pertenece al mundo antiguo la nigromancia, que es el “arte” de predecir el futuro mediante la comunicación con los muertos. Esta forma de magia era practicada principalmente por brujas y satanistas.
Dentro de la revolución que ha significado el cristianismo, un tema muy relevante es su consideración sobre la muerte. Esto se aprecia con claridad en las dos fiestas que del calendario litúrgico que pronto celebraremos el 1 y 2 de noviembre, respectivamente, el día de todos los santos y de todos los difuntos.
Estas dos fiestas nos recuerdan las consecuencias que provoca el hecho de la muerte. Para los cristianos no hay más que una vida y por ello conviene que la vivamos de cara a Dios.
Es un hecho que el neopaganismo materialista niega o se revela contra la muerte. Muchos prefieren no hablar de este tema, porque carecen de una respuesta satisfactoria para ello. La preocupación por las realidades temporales, como si esta vida no fuese a concluir, ha logrado anestesiar a muchos.
Son varios los que han logrado instalar una visión donde algunos creen que la muerte es el fin de todo, como si sólo fuéramos un conjunto de células. En el otro extremo también convivimos con otras religiones, donde se postula que existe la reencarnación y la transmigración.
El hecho cierto de la muerte, que a todos nos llegará, debe llevarnos a una adecuada preparación porque no sabemos ni el día ni la hora en que esto ocurrirá. La única certidumbre es que en algún momento esto sucederá y que se reunirán los que nos querían para rezar algún responso, en la que a coro pedirán:
V/ . Venid en su ayuda, Santos de Dios; salid a su encuentro, Ángeles del Señor.
R/?. Recibid su alma, y presentadla ante el Altísimo.
V/ . Cristo que te llamó, te reciba y los Ángeles te conduzcan al regazo de Abraham.
R/?. Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.
V/ . Concédele, Señor, el descanso eterno y brille para él (ella) la luz eterna.
R/?. Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.
No olvidemos que la Santa Madre Iglesia afirma la supervivencia y la subsistencia, después de la muerte, de un elemento espiritual que está dotado de conciencia y de voluntad, de manera que subsiste el mismo «yo» humano. Para designar este elemento, la Iglesia emplea la palabra «alma», consagrada por el uso de la Sagrada Escritura y de la Tradición.
Asimismo, la Iglesia enseña y cree en la felicidad de los justos que estarán un día con Cristo. La Iglesia enseña y cree en el castigo eterno que espera al pecador, que será privado de la visión de Dios, y en la repercusión de esta pena en todo su ser.
La Iglesia enseña y cree que hay cielo, infierno y purgatorio.
Por todo lo anterior, celebremos la solemnidad de Todos los Santos recordando a todos los hombres y mujeres, de distintas épocas, que han alcanzado el único objetivo que debería marcar nuestra existencia: la santidad.
De igual forma, recordaremos a los cristianos ya fallecidos que esperan el momento de encontrarse con Dios y pertenecen a la iglesia purgante.
Pidamos a la Santísima Trinidad que nos permita entender que la Resurrección de Cristo es el principio y fuente de nuestra resurrección futura.
Autor: Crodegango