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... Debido a la eminente dignidad de Madre de Dios. Lo anterior se concreta en las distintas advocaciones o nombres que Ella recibe. La advocación de la Virgen del Carmen una de las más arraigadas en nuestro país. Según la mayoría de los cronistas e historiadores ello se la debemos a la Orden de San Agustín, que llegó a Chile el 16 de febrero de 1595.
La primera cofradía de la Virgen del Carmen se fundó en Concepción, el 15 de abril de 1643.
Durante siglos el pueblo chileno ha manifestado su piedad filial de diversas formas con procesiones o cofradías.
Es un hecho incontrovertible que siempre hemos acudido a ella durante toda nuestra historia. El 12 de noviembre de 1817 se presentó públicamente como símbolo patrio la bandera que conocemos hoy en la procesión de la Virgen del Carmen. El 14 de marzo de 1818, en plena guerra de la independencia, el Ejercito patriota hizo el voto solemne exponiendo que: “En el mismo sitio donde se dé la batalla y se obtenga la victoria, se levantará un Santuario a la Virgen del Carmen (…).
El 6 de febrero de 1922 asume como Papa Pío XI, a quien le debemos, el año 1923, haber declarado a la Virgen del Carmen como “Patrona de Chile”. Su coronación se realizaría solemnemente el 19 de diciembre del año 1926 en el Parque Cousiño (actual Parque O’Higgins), hace exactamente 95 años este domingo. La imagen coronada es la que se encuentra actualmente en la Parroquia El Sagrario en la Plaza de Armas de Santiago.
Este hecho histórico coincide con el último domingo de Adviento, época litúrgica que nos ha permitido preparar la Navidad. A través de las lecturas la Iglesia nos ha recordado a los justos del Antiguo Testamento, a Santa Maria, San José y Juan Bautista, siempre actitud de espera gozosa y esperanzada de nuestro Salvador.
Pidamos a la Virgen del Carmen, como señala su oración, “que protejas a Chile, de cuya bandera eres la estrella luminosa. Te pedimos el acierto para los magistrados, legisladores y jueces; la paz y piedad para los matrimonios y familias; el santo temor de Dios para los maestros; la inocencia de los niños; y para la juventud, una cristiana educación. Aparta de nuestras ciudades los terremotos, incendios y epidemias; aleja de nuestros mares las tormentas, y da la abundancia a nuestros campos y montañas. Se Tú el escudo de nuestros guerreros, el faro de nuestros marinos y el amparo de los ausentes y viajeros. Sé el remedio de los enfermos, la fortaleza de las almas atribuladas, la protectora especial de los moribundos y la redentora de las almas del Purgatorio”.
Crodegango