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Miki nació en 1564 en Jamashiro (Japón), en una familia japonesa acomodada. Fue bautizado a los 2 años, cuando sus padres se convierten al cristianismo. A los 11 años ingresa en el colegio-seminario de la Compañía de Jesús, en la que luego ingresa y profesa.
Este santo no se entiende si no consideramos que San Francisco Javier llegó a evangelizar al Japón el 15 de agosto de 1549. En 1597 ya había muchos cristianos en aquel país, que debieron enfrentar la llegada al gobierno de un emperador que ordenó la expulsión de todos los misioneros católicos. Los que no obedecieron la orden fueros perseguidos. Miki fue arrestado en Osaka el 26 de septiembre de 1596. Fue crucificado en Nagasaki el 5 de febrero de 1597. Ese día murieron 26 cristianos (tres jesuitas, seis franciscanos y dieciséis laicos).
Este hecho histórico nos sirve para recordar el significado del martirio en el cristianismo.
La palabra mártir deriva del griego mártys y significa testigo.
El martirio de los cristianos está anunciado por el mismo Jesucristo, cuando les advirtió a sus discípulos que sufrirían muchos padecimientos. (Juan 15, 20 "Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes").
En el cristianismo, los mártires son aquellos que dan testimonio público de su fe, sufriendo y muriendo por ella.
Es muy conocido el martirio del obispo san Policarpo de Esmirna (contemporáneo de los apóstoles), cuya ejecución se realizó en el estadio a los 86 años. Al negarse a abjurar de su condición de cristiano fue quemado por ello. Como el fuego no lo consumía, mandaron al verdugo a clavarle la daga. Al cumplir la orden brotó tanta sangre que se apagó el fuego y la turba quedó admirada de que fuese tan grande la diferencia entre los infieles y los elegidos (Martirio de Policarpo, XVI 1).
En la Iglesia primitiva el mártir gozaba de una especial consideración y se le estimaba como el cristiano perfecto, a los que la comunidad les pedía su intercesión. Entre otros textos, así se advierte en una homilía de san Basilio de Cesarea (330-379), al señalar a los fieles: “Unid vuestras peticiones a las de los mártires. Que los jóvenes imiten a sus coetáneos; los padres deben pedir ser padres de tales hijos; las madres deberán aprender el relato de aquella feliz madre: La madre de uno de aquellos bien aventurados, viendo que ya los otros habían muerto de frío y que su hijo aún vivía por su fuerza y resistencia a los tormentos, y que los verdugos lo habían dejado libre por creer que sería imposible que cambiara de opinión, sosteniéndolo ella misma entre sus brazos lo puso al carro sobre el que yacían los demás para ser llevados a la pira. Verdaderamente, madre de un mártir, pues no derramó ni una lágrima innoble ni pronunció nada pusilánime ni inoportuno, sino: 'Vete hijo mío -dijo- al feliz tránsito con tus compañeros, con tus camaradas. No seas privado de esa compañía, no comparezcas ante el Señor como inferior a los demás'” (San Basilio de Cesarea, Sobre los mártires de Sebaste, Edit. Ciudad nueva, p.89).
El Catecismo de la Iglesia Católica señala que, “El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza. 'Dejadme ser pasto de las fieras. Por ellas me será dado llegar a Dios' (San Ignacio de Antioquía, Epístola a los Romanos, 4, 1)” (CIC 2474).
Como lo ha recordado el Papa Francisco, en una de sus homilías, “la persecución de los cristianos no es un hecho que pertenece al pasado, a los albores del cristianismo. Es una triste realidad de nuestros días”. “Ciertamente —continuó el Papa Francisco—, podemos contar con muchos religiosos, muchas religiosas, 'muchas madres, muchos padres, muchos hermanos en la Iglesia, en la comunidad cristiana. Y eso —observó— es hermoso. Pero también tendremos persecución, porque el mundo no acepta la divinidad de Cristo, no acepta el anuncio del Evangelio, no acepta las bienaventuranzas'. Precisamente de aquí nace la persecución, que también pasa a través de las palabras, las calumnias. Así sucedía con los cristianos de los primeros siglos, que sufrían la difamación y padecían la prisión”. 'Pero nosotros —observó el Santo Padre— olvidamos fácilmente. Pensemos en los numerosos cristianos que hace sesenta años estaban encerrados en los campos, en las cárceles de los nazis, de los comunistas: muchos, solo porque eran cristianos'. Y esto es lo que sucede «también hoy», se lamentó, a pesar de que estamos convencidos de haber alcanzado un grado de civilización diferente y una cultura más madura. 'Os digo —afirmó el Papa— que hoy hay más mártires que en los primeros tiempos de la Iglesia. Numerosos hermanos y hermanas nuestros dan testimonio de Jesús y son perseguidos, son condenados porque poseen una Biblia. No pueden llevar el signo de la cruz'. Este es 'el camino de Jesús, pero es un camino gozoso, porque jamás el Señor nos pone a prueba más de lo que podemos soportar'. (L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 11, viernes 14 de marzo de 2014).
Pidamos a Santa María, Reina de los mártires, que nos ayude a ser testigos fieles del mensaje de su Hijo, Nuestro Salvador.
Crodegango