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Esta semana hemos comenzado la Cuaresma, época en la que se invita a los fieles a poner especial cuidado en los ejercicios de piedad, espirituales y corporales que son propios de este tiempo.
El Papa Francisco, en su Mensaje para la Cuaresma 2022 nos invita a considerar que “la Cuaresma es un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado. Para nuestro camino cuaresmal de 2022 nos hará bien reflexionar sobre la exhortación de san Pablo a los gálatas: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad (kairós), hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a).
De manera todavía más directa el Papa invita a algo bien concreto: “No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida. Que el ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado. No nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar. No nos cansemos de luchar contra la concupiscencia, esa fragilidad que nos impulsa hacia el egoísmo y a toda clase de mal, y que a lo largo de los siglos ha encontrado modos distintos para hundir al hombre en el pecado (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 166). Uno de estos modos es el riesgo de dependencia de los medios de comunicación digitales, que empobrece las relaciones humanas. La Cuaresma es un tiempo propicio para contrarrestar estas insidias y cultivar, en cambio, una comunicación humana más integral (cf. ibíd., 43) hecha de «encuentros reales» ( ibíd., 50), cara a cara”.
Esta llamada del Papa es muy pertinente, puesto que es manifiesto que se ha trastocado el sentido cristiano en muchas conciencias que, al oír hablar de penitencia piensan solo en grandes ayunos y cilicios relatados en algunas biografías de santos. Esta reticencia seguramente se explica en algunos por las exageraciones cometidas en otros tiempos, o por caricaturas interesadas, que se empeñan en presentar un cristianismo sin Cruz, lo que es francamente imposible.
Como lo sugiere el Papa, la utilización de los medios de comunicación digitales nos ofrecen un campo penitencial que puede ser muy fecundo.
La utilización de las variadas tecnologías en materia de comunicación, que es algo útil y beneficioso, también puede llevar a nuevas formas de ruido que generen sordera en los cristianos. Como lo está proponiendo el Papa, se hace pronta la práctica una nueva forma de ayuno, consistente en la opción por desconectarnos de los medios digitales, cuando no lo necesitamos objetivamente. Ese simple gesto, que supone abnegación y templanza, dejará al descubierto si tenemos realmente interés por lograr el silencio que nos permita oír a Dios.
Aunque el ruido y el silencio no son virtudes o pecados por sí mismos, en la vida espiritual el silencio siempre ha ocupado un lugar destacado. El encuentro del hombre con Dios se da normalmente en un contexto de silencio, que no es una simple ausencia de ruido externo, sino la disposición del alma que se pone en actitud de querer oír lo que Jesús le dice. El silencio interior, conviene reconocerlo, es una condición imprescindible para todo cristiano que quiere crecer en caridad. Para lograrlo no es necesario apartarnos del mundo o mudar nuestra residencia a un desierto lejano. Tampoco se trata de buscar el silencio por el silencio. Lo que sí está a nuestro alcance es luchar, diariamente, por buscar minutos en que podamos silenciar el ruido externo, para poder oír lo que Dios nos quiere decir en la oración. Prescindir de conectarnos por conectarnos puede ser una forma concreta de vivir la Cuaresma.
La necesidad de hacer ayuno tecnológico debemos verlo como un medio para liberarnos de una nueva esclavitud que está presente en nuestro actuar cotidiano y que nos lleva a un ensimismamiento, que no permite compartir adecuadamente con nuestro entorno. La utilización de estos medios ha aumentado las conductas egoístas en el uso de mi tiempo. Junto a lo anterior, también se suman ciertas formas de comportamiento urbano que revelan un trato poco afectuoso a mi prójimo, especialmente cuando me habla y yo sigo manipulando el teléfono celular, demostrándole en su cara que me importa poco su presencia. Da la impresión que a muchos solo les interesas interactuar con su pantalla.
El uso indebido de estos medios nos lleva a un plano excesivamente contingente, que cierra paso a todo lo espiritual. Corremos el riesgo de estar al día de cuanto conflicto está desatado en las redes sociales, participando en mucho de ellos como cómplices pasivos de estos verdaderos linchamientos virtuales.
La existencia de esta realidad nos obliga a examinar si mi vida espiritual y la de mi entorno está siendo amenazada por el uso de la tecnología, que podría estar contribuyendo a llevar una vida superficial, donde carecemos de toda profundidad o sustancia.
La invitación a este ayuno tecnológico en la Cuaresma puede ser muy fructífero para buscar el camino de santidad personal.
Acudamos a Santa María, que, como mediadora de todas las gracias, nos ayude a vivir esta Cuaresma como Dios quiere.
Crodegango